Gula

Compartir

En su cama yacia postrada,

Esa noche, Minerva agonizaba

Homero, su hijo, a sus pies oraba

Pero sus suplicas nunca eran escuchadas

Porque? – sollozaba Homero –

Porque nos has abandonado y nuestro destino has olvidado?

Que acaso no ha sido suficiente todo lo que te hemos dado?

Homero rompió en llanto, empuño con furia sus manos y cayo al suelo totalmente destrozado.

Homero – dijo una bella mujer que apareció a su lado –

Estoy aquí y te he escuchado

Pero podre ayudarte solo si a tu fe has renunciado

Eres acaso, capaz de dejar tu fe en el pasado?

Y tu quien eres? – pregunto Homero angustiado –

A que has venido esta noche ángel malvado?

Que no es suficiente ya el mal que has provocado?

Dime, quien conmigo te ha enviado?

Quieres que de mi hablemos o que a tu madre agonizante ayudemos?

- Hablo la dama con extraña ternura, casi parecía dulzura –

Pero mi pregunta no has contestado

Has ya a tu fe renunciado?

Homero se quedo inmóvil un momento,

Su cabeza daba vueltas queriendo comprender lo que estaba viviendo

Como? – dijo – como puedes ayudarme en mi sufrimiento?

Acaso sabes lo que mi madre esta sintiendo?

En tus manos esta – dijo ella mientras le sonreía –

Yo puedo librarla de su agonía

Pero a cambio has de cometer gula, asesinato o sodomía

Decídete y hazlo rápido pues tu madre no llegara a ver el siguiente día.

Pero esos son pecados imperdonables – Homero decía –

Yo nunca los cometería

Entonces – dijo la doncella – tu lo has seleccionado

A ella, tu madre a morir has condenado

Espera – grito Homero – salva a mi madre, te lo ruego

Aunque cometer pecados no deseo

De los tres, el de la gula prefiero

Pero en forma de embriaguez así hare el menor daño yo veo.

Entonces – dijo la dama – ya lo has decidido

Tu has tomado tu camino

Y a salvo, por ahora, ustedes estarán

Las cosas como deben ser, serán

La mañana llego y Minerva mejoro,

Y como Homero lo había prometido, se embriagó

Pensó que era la mejor opción

Podría controlarse y no dañar a nadie sin razón

Tres semanas habían pasado

Y Homero seguía embriagado

Aunque todo parecía haber sanado

Esa noche las cosas habían cambiado.

Homero entro a su casa después de la puerta azotar

Llego a su cama y vio a una bella mujer acostada en el lugar

La doncella lo llamo a su lado, pues tenia ganas de amar

Y Homero, como todo hombre, no se hizo de rogar

Era salvaje y apasionada como una fiera sin domar

Gritaba y pataleaba, parecía que de placer iba a reventar

Entre tanto bramido, se escucho un fuerte sonido, la puerta se abrió con fuerza de par en par

Era su marido, que había entrado a aquel lugar

La furia del hombre no se hizo esperar: Enfermo – dijo – me has hecho enojar

Homero no tuvo otra opción mas que defenderse y luchar

Un fuerte golpe con una silla a la cabeza hizo la lucha terminar

Homero vio al hombre caído que no dejaba de sangrar

Cuando Homero su ira sació

De lo que había hecho se percató

A sus pies era su padre quien falleció

Sin darse cuenta de quien era, con sus manos lo mató

Un pensamiento inquietante surco su mente

Con miedo y angustia volvió su mirada a la cama lentamente

Y como lo temía, era su madre quien estaba aun doliente

Homero no podía creer aquella escena tan hiriente

La silueta de una mujer apareció en la habitación

Sonreía ferviente mientras su rostro cambiaba en una brutal transformación

Aquel demonio su cara dejo ver, vio a Homero y rió sin consideración

Como debía ser, fue y así siempre será.

Compartir

Tweet